martes, 25 de octubre de 2011

La niña mimada

La provincia salteña avanza hacia el resto del país y del mundo con sus nuevos-viejos vinos. El eterno Torrontés y desafío Tannat. Altura, clima, suelo y marketing en perfecta conjunción.

En los últimos quince años, la Argentina vitivinícola se animó a llevar a cabo una profunda revolución enológica y Salta no podía quedar al margen. La altura, la calidad del suelo, del agua y el clima son algunos de los factores predominantes en la provincia norteña, que permiten obtener vinos con alta personalidad de colores, sabores y aromas intensos. “Se comenzó a producir un cambio desde la cantidad hacia la calidad y diversidad”, explica el Licenciado José Luis Mounier, Enólogo y Winemaker de la bodega que lleva su nombre.

Para Martin Emilio Krawczyk Pardo –miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers (AAS)– el cambio fue lento, “aunque la constancia en el tiempo y los favorables resultados llevaron a su reconocimiento. Si bien hoy el consumidor reconoce otras variedades con excelentes resultados, (Malbec, Cabernet Sauvignon o Tannat) el Torrontés continúa siendo el vino salteño por excelencia; y no dejará de serlo, ya que se trata de uno de los símbolos de la vitivinicultura argentina”. En este sentido, el franco-libanés Toufic Reda, propietario y sommelier de To Restaurant, describe al blanco salteño con “un perfume típico del torrontés que lo hace único en el mundo e inolvidable, y una dulzura que no encontramos en otros vinos”. En referencia a los otros varietales, “son de gran estructura, color intenso, taninos redondos en el paladar y con buen potencial de guarda”. Alejandro Rodríguez Aramburu, profesor de la Escuela Argentina de Sommeliers (EAS), agrega que “en los últimos años el Malbec se ha convertido en una cepa muy apreciada en el exterior, sobre todo en Norteamérica”. Sin embargo, no deja atrás a la vedette salteña: “No hay que olvidarse que el Torrontés como producto cambio mucho: Es cosa del pasado el torrontés oxidado por una larga crianza en toneles. Hoy en día se fue adaptando al gusto del consumidor y hay excelentes exponentes bien frescos, fáciles de beber y con agradables notas florales”.

Siguiendo con esta inercia, llegaron los premios internacionales, la conquista de nuevos mercados y de a poco algunas de las principales bodegas mendocinas y del exterior (Estados Unidos, Francia y Suiza) comenzaron a descubrir en el norte del país un terreno renaciente con potencial infinito. “Sin duda el valle Calchaquí –comenta Mounier– es la niña mimada de las regiones vitivinícolas de Argentina, por ser limitada y por todo lo que la zona ofrece. Ni que hablar por el interés de nuestro inconfundible Torrontes, además del Malbec y el Tannat”.

Pero no todo es tan reciente. Durante la década del 80, hubo una crisis vitivinícola en el norte que fue apaleada “gracias a que el sector productivo, de la mano de algunos visionarios (técnicos y bodegueros), que se equipó con tecnología moderna; entendieron el mercado consumidor; se capacitaron en el exterior y volvieron su mirada sobre variedades que ya estaban implantadas en la región para comenzar a elaborar vinos de acuerdo al estilo de los nuevos consumidores, pero sin perder su impronta y para mostrar lo que se podía hacer a partir de estos varietales puros”, remarca Miguel A. Fazio, Gerente de Marketing de Finca Quara, y añade: “Así se entiende que hubiera viñedos muy viejos, pero que con anterioridad no recibían toda la atención que se les da en el presente. Hasta la misma Bonarda recibió una mejora en su percepción”.

Un ejemplo de este tipo de caso que menciona Fazio, se dio con la Bodega El Porvenir de los Andes. “Mi padre compró la finca en 1999, –cuenta Lucía Romero, directora de la bodega–. Es muy antigua, cerca del 1900, y estaba completamente abandonada. Comenzamos con viñedos nuevos y en 2002 tuvimos la primera cosecha”. También para la joven bodeguera, los cambios comenzaron con “los avances tecnológicos y el torrontés fue el punta pie inicial”, donde rescata su frescura y aroma.

Pero, ¿por qué la provincia norteña se perfila como una de las más aptas para la vitivinicultura?

“La altura, la dualidad térmica, los suelos, el sol y el clima seco son los factores que hacen de Cafayate un terroir excepcional, logrando una concentración única que combinada con la mano de expertos se obtienen vinos de calidad Premium”, afirma Alejandro Pepa, enólogo de Bodega El Esteco de Cafayate. Este concepto de Terroir o terruño se aprecia con mucha fuerza en estas zonas. “La amplitud térmica, hace que las plantas de noche no estén estresadas y sigan sintetizando, por lo que los vinos en general son de muy buen color, aromas y sabores profundos, con taninos intensos y maduros”, recalca Mounier. Esa marcada diferencia entre el día y la noche “favorece las funciones principales de la vid, –explica el sommeliers Martin Krawczyk– como ser el desarrollo de cada una de las bayas y la concentración de los azúcares y los demás componentes que serán responsables del color y los aromas en los futuros vinos”.Este tipo de clima es producto de la altura del lugar, que además está acompañada de la calidad del suelo, un agua excelente y bajas lluvias que permiten una muy buena sanidad: “A mayor altura hay más aireación y mejor radiación solar. En los viñedos de altura se pueden llegar a registrar diferencias de más de 30º C entre el día y la noche”, acentúa Alejandro Rodríguez Aramburu. Con todos estos agentes favorables, y un acertado marketing, se dio en los últimos cinco años el llamado el boom de los vinos de altura. “El turismo enológico y la ruta del vino, abrió el juego a una provincia que era más visitada por extranjeros que argentinos”, señala Lucía Romero, dato con el que concuerdan los expertos.

“Ya sea en Mendoza o en el NOA altura es sinónimo de calidad y en eso se apoya el boom de estos vinos”, dice Rodríguez Aramburu y Pepa agrega: “Logran un estilo de vino con características muy particulares, Cafayate refleja en su único terroir la diversidad que Argentina ofrece en sus diferentes estilos de vinos”.

Pero el proceso fue lento y aún continúa. “Con el diario del lunes y a la distancia uno tiene en claro lo mal que trabajábamos. Lo importante y lo que no es fácil es cambiar la mentalidad y ser abiertos para aprender, por más que se hagan inversiones si nuestra mente no se prepara, de nada sirve. Sabíamos que era un camino a largo plazo”, concluye el reconocido enólogo Mounier.

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